ARTE DECORATIVO:
MUSEO ESTEVEZ

Semioculto por los frondosos árboles, frente a la plaza 25 de Mayo, se encuentra el edificio del Museo Municipal de Arte Decorativo "Firma y Odilo Estévez". La casona perteneció inicialmente a Melitón Ibarlucea, una figura clásica en el medio, que se destacara en distintos ámbitos, tales como la Presidencia del Banco de la Provincia de Santa Fe, el Concejo Deliberante o la Jefatura Política de la ciudad.Construida entre 1870 y 1888, su planteo general es el de la típica casa de tres patios con galerías perimetrales.En el primero, la recepción, con el aljibe en el centro; en el segundo, los servicios; y el tercero haciendo las veces de fondo y huerta. Había en ella cierta simplicidad de vida al aire libre, que era donde realmente se estaba. La modestia de la escala en dimensiones y complejidad así como lo popular del planteo de la fachada sobre calle Santa Fe contrasta con el revestimiento de mármol de Carrara, único en la ciudad, que supera con creces los tratamientos estucados y premoldeados del momento, de formas similares.Entre 1907 y 1920, la casa sufre una reforma: el huerto del fondo da lugar al espacio que cubre las cocheras, accesibles desde la calle San Lorenzo. Techado ese tercer patio, se vuelca al exterior con un frente compuesto en base a elementos del vocabulario renacentista, expresados libremente con un fuerte acento plástico; almohadillado en el piso bajo, con pares de columnas y pilastras corintias y frontis curvos en el segundo piso, difiere por lo monumental con el frente hacia la plaza 25 de Mayo.En la segunda década de este siglo, la élite rosarina aceptó la moda neocolonial, íntimamente ligada al eclecticismo al que pretendía superar "difundido a través de los muebles, la vajilla, los vestidos españoles". Surgieron entonces viviendas que mezclaban motivos españoles y neocoloniales.En 1922 precisamente, Odilo Estévez, español nacimiento, próspero miembro de la comunidad mercantil, propietario del molino "Yerbatera Paraguaya",
que compraba, procesaba y fraccionaba laYerba Mate 43, adquirió la vivienda de los lbarlucea,literalmente enamorado de la fachada de la misma. Su entusiasmo por todo lo peninsular se hacía patente en los meses en que no residía en España o en Rosario: Estévez poseía un chalet, "Villa Firma", en Capilla del Monte (Córdoba), totalmente en estilo renacimiento español con reminisencias platerescas.
Al adquirir la casa rosarina, decidió remodelarla, techando el primer patio y organizando una lujosa recepción con chimenea y luces coloreadas que se filtraban desde las ventanas de la cubierta. El comedor y el hall se cubrieron con la decoración de luces, espejos y maderas, propios del estilo inglés; la sala y la salita se afrancesaron; los muebles eran franceses en el escritorio e ingleses en el fumoir. El budoir francés recibió algunos toques de art nouveau, el baño hizo art déco mientras el patio, por supuesto, era y es andaluz. De esta forma, todo el interior se enmarca con formas decorativas que hacen irreconocible su plan original. Este, sin embargo, ha sufrido escasos cambios: se han incorporado un mirador neocolonial y amplios ventanales ocultos tras las columnas de la calle San Lorenzo.
Las modificaciones han sido adjudicadas a José Gerbino. Este italiano, graduado de arquitecto en Palermo, recibió el Premio de Roma en 1908 y trabajó en nuestro país entre 1911 y 1968. Escultor y docente de la Escuela Provincial de Artes Plásticas y de la Escuela Superior de Bellas Artes; suelen mencionarse entre sus obras el Jardín Francés, en el Parque de la Independencia, y el loteo de Fisherton.Miembro de la Comisión Municipal de Cultura y consejero de la Sociedad Amigos del Museo Histórico mereció en 1918, junto con Angel Guido, la Medalla de Oro del Primer Salón Nacional de Art Déco, por el diseño de muebles en estilo calchaquí. Son asimismo numerosas las mansiones que proyectara en esos años.En el interior del museo se encuentra una brillante colección de cuadros, así como esculturas, muebles de los siglos XVI al XIX, españoles, franceses e italianos; cerámicas precolombinas, vidriería y platería peruana, marfiles, tapices, alfombras y muchos otros objetos de diversa procedencia pero de gran valor.
Para ser visitado por el público, las piezas fueron reordenadas por períodos, evitando el eclecticismo imperante.
La organización actual de la casa como museo se remonta al año 1968 pues la institución abrió sus puertas con cambios sustanciales en la ubicación de las obras.
En rigor de verdad, toda colección ha sido reubicada para reunir piezas afines con el objetivo de crear una compaginación museográfica que la jerarquizase plenamente. Desde el principio se crearon salas que no eran tales al recibirse el legado. Las actuales "salas españolas" constituían un escritorio y un salón "fumoir" con su correspondiente mobiliario sin ofrecer algún interés museológico y una habitación sin destino aparente es hoy la "sala de platería”. Se llegó al año 1993 y 25 años de "uso" del museo obligaron a tomar la drástica medida de cerrarlo para realizar «una puesta en valor» global del mismo. Durante 13 meses se lo restauró en múltiples aspectos: cielorrasos, estucos, pisos, textiles, cambio de los revestimientos de damasco, renovación de cortinados, iluminación, creación de nuevas salas, restauración integral de la fachada de calle San Lorenzo, restauro de cuadros, marcos y otros objetos de arte, creación del espacio para la cafetería, etcétera. En octubre de 1995 el museo reabrió sus puertas con un esplendor impensado que en algunos aspectos supera la ya maravillosa "caja" que se recibió de los Estevez. Todo lo realizado no desvirtuó el carácter del legado, más bien lo ha enaltecido al respetar ante todo el espíritu que imperó en los donantes cuya intención en palabras de la señora de Estevez fue "...estas donaciones las hago en memoria de mi esposo Odilo Estevez Yánez y por el cariño que tengo por esta ciudad donde he nacido y vivido y sea mi mejor contribución para el acervo cultural de mi ciudad."Muchas veces el público pregunta cuál es la obra más importante. Vuelto a la colección el Retrato de Doña Teresa Ruiz Apodaca de Sesma, obra de Francisco Goya y cargado ahora del aura que le ha otorgado el ultraje que significó su robo y desaparición durante 13 años, más allá de su particular belleza se podría decir que esa ésa es la obra más "destacada". Pero otras que no son las más deslumbrantes, como una cabecita de Venus, en terracota, de apenas 5 centímetros de altura, griega del siglo I A.C., ó un pequeño frasco romano-alejandrino de vidrio soplado del siglo I D.C., poseen una gran significación histórica. En cuanto a "significación", es paradigmática en el "Retrato del Rey Fernando VII" por Vicente López y Portana (español, 1772-1850) que desde 1814 reemplazó a Goya como pintor de cámara. Es un excelente retrato pero interesa saber que su realizador fue tío de Vicente López y Planes, autor de los versos del Himno Nacional, quien fue el padre de Vicente Fidel López, historiador y periodista, padre de Lucio V. López, el novelista de "La gran aldea". Sin dudas es una pintura tanto por el personaje retratado como por su autor y descendiente muy relacionada con nuestra historia nacional y nuestra cultura.

CINE: El Salario del Miedo,por Gustavo Devimeux

En un país latinoamericano ( Guatemala en la novela ) sobrevive un grupo de extranjeros que están en ese lugar porque han ido en busca de fallidas fortunas; porque huían de alguna deuda con la justicia; o simplemente porque el destino y la aventura los dejaron caer por allí. Lo cierto es que el desarraigo y la miseria que experimentan son tan grandes como la autocompasión y los sueños rotos. Todos ellos están hundidos en ese ambiente y, la última fantasía que les queda es escapar de ahí. Cuando se produce un accidente en la compañía petrolera de la zona, parece que se enciende una luz en sus opacas vidas. El incendio de un pozo de petróleo en un campo vecino, hace necesario enviar un cargamento de nitroglicerina para sofocar el fuego.
La urgencia del caso obliga a que el trayecto se haga con camiones comunes y el mal estado de los caminos multiplica los riesgos. Se envían dos camiones con el fin práctico de que, al menos, llegue uno de ellos a destino. Se pagarán 2000 dólares a aquellos que consigan entregar los explosivos. Muchos se presentan, pero son descartados en la prueba y, solamente, quedan los cuatro más aptos: Luigi ( Folco Lulli ); Bimba ( Peter van Eycke ); Jo ( Charles Vanel ) y Mario ( Yves Montand ). El camino es irregular y las condiciones son precarias, pero la paga les permitirá irse lejos. La muerte está presente en cada gesto. Acelerar, frenar, el calor del sol o una piedra en la ruta son suficiente causa para que la carga estalle. Una falla en le motor puede ser fatal, sin embargo hay que seguir ya que el sueldo por ese trabajo es la única esperanza.
Uno de los camiones explota y los sobrevivientes, Mario y Jo, se medirán en un duelo personal contra el miedo. Ese miedo que - según uno de los personajes - "Se mete en lo huesos, y dura para siempre." Sólo Mario llegará a cumplir el objetivo. Recibirá su cheque y volverá al pueblo, pero los frenos le fallarán en una curva y, él también, encontrará la muerte. Cuatro muertes como saldo de un trabajo muy mal pago. Aunque esas muertes no revistan demasiada importancia porque, de alguna manera, todos ellos ya estaban muertos.
Basada en la novela de Georges Arnaud, esta película alcanza cotas superiores en el tratamiento del suspenso y el estudio de las relaciones entre los protagonistas. En una época como la nuestra, en que el cine parece motorizado por la periódica aparición de héroes de historieta en la pantalla, este film de 1952 nos ofrece un planteo absolutamente realista. Con todo lo terrible que la realidad conlleva. Realidad que Arnaud parece haber conocido, ya que en 1947 se afincó en Guatemala tras haber sido juzgado y absuelto en un proceso donde se lo acusó de haber asesinado a su padre y su tía, regresando a Francia en 1950. El valor de El salario del miedo no descansa en mostrar el color local de un país subdesarrollado, sino en la equilibrada combinación de factores poco usuales en el cine: el lastre del pasado en los personajes; el desprecio por todo, como reflejo del desprecio por ellos mismos; la presión de los neumáticos; un bache, o la habilidad necesaria para fingir coraje en público y acobardarse en privado.
Además de lograr que los camiones consigan protagonismo, la descarnada fotografía de Armand Thirard y las excelentes actuaciones de Yves Montand y Charles Vanel se apoyan en un extraordinario guión de Gerome Geromini y el propio director Henri Georges Clouzot, cuya increíble labor hizo pensar que la película se había rodado en América. Y, en verdad, la puesta es tan convincente que no alcanzamos a sospechar que se filmó enteramente en los alrededores de Saint Pilles, al sur de Francia, luego de descartar los escenarios españoles porque Clouzot no quería tener contacto con funcionarios del gobierno franquista. Por esta película recibieron la Palma de oro en Cannes como mejor film, y Charle Vanel obtuvo un reconocimiento especial por su trabajo.
Una verdadera obra maestra.

HISTORIA DEL ARTE ROSARINO


para "La Buhardilla de papel” por Arnoldo Gualino - 16/06/06

Las grandes poblaciones migratorias, de finales del siglo XIX, llegaban a Rosario por vía fluvial a través del Río Paraná, se hospedaban en un alojamiento “Asilo de Inmigrantes”, en la calle Urquiza y Avda. Belgrano, en el mismo sitio que posteriormente se construyó el primitivo edificio que tuvo la Aduana. De alguna manera desvirtuaron la identidad nacional causada por costumbres y lenguajes tan diferentes, contribuyendo a la vez en generar una variedad de oficios artesanales y mano de obra en la producción de la agricultura, ganadería y la industria.
Semejante explosión migratoria, iba a dar origen a un nuevo tipo de viviendas colectivas para gente de bajos recursos, de características peculiares y promiscuas: “El conventillo”.
Generación que apostó a un nuevo modelo de sociedad con patrones propios a través de sus pensamientos, realizaciones; fueron artífices de su propio tiempo supieron ser felices no con tan poco, sino con lo necesario, el gran culto a la sabiduría de la vida, libertad para soñar, ser dueño del tiempo de la reflexión, la contemplación y el pensamiento, tiempo para las campanadas de los relojes, caminar sin prisa, cultivar la amistad, releer bibliotecas, oír las bandas de música en las plazas. A comienzos del siglo XX en la Argentina coexisten una etapa de bienestar y estabilidad económica que fueron de decisiva gravitación en los rasgos de un tipo humano.Como protagonistas de esa época de prosperidad y crecimiento nacional está el artista, una vocación sensible, imagen de una minoría ilustrada y rebelde, adherida al espíritu bohemio, practicado como modo y medio de vida, seres reales, de ahí el vigor y lo creíble de sus pasiones volcadas en todas sus realizaciones.
Primeras manifestaciones artísticas en Rosario:
Datan de mitad del siglo XlX, podemos considerarlas como una cultura de supervivencia, una mano de obra no calificada realizada por artesanos y decoradores de variados oficios aprendidos en Europa: modelador, yesero, marmolero, escultor, tallistas de madera, pintor, estucador, fundidor de metales y herreros, cinceladores, orfebres, pintor de vitrales, escenógrafo, grabadores, litógrafos, letristas.
Como fiel documento de una época quedaron plasmadas a través de objetos, escenas de costumbres y modalidades en lujosas de fachadas e interiores de residencias, teatros, iglesias, cementerios, con fuentes públicas, estatuaria, decoraciones ornamentales, objetos de herrería artística, fundición, vitrales, ilustraciones gráficas.
El arte plástico rosarino, refleja la influencia europea en la labor de artistas y profesores italianos, franceses y españoles desde la mitad del siglo XlX. En estas obras de intenso realismo imitativo, reina el riguroso academicismo presente en ese momento. Las trasformaciones históricas del arte, estuvieron a merced de factores de la prosperidad económica y el sentido de superación. Nuestra ciudad cuenta con un valioso patrimonio edilicio y urbano, con numerosos ejemplos de arquitectura academicista italiana, del Neoclasicismo y del Art Nouveau de finales del siglo XIX, con la llegada del ferrocarril,quien trae el aporte de la cultura .inglesa y francesa. El primer alfarero del que se tiene registro fue el español José Arteaga en 1855. En 1870, próximo a la estación ferroviaria del Oeste Santafesino en el actual Parque Urquiza se instala “La Nueva Industria”, de Julio Jandel, fabricante de tejas vitrificadas. Hércules Antonielli, en 1876 instala su comercio “Alfarería Nacional”, en calle Comercio (hoy Laprida), entre Cerrito e Ituzaingo. Posteriormente continuará Winkler. En calle Comercio 872 (actualmente Laprida), dará comienzo la “Alfarería Italiana”.Tomás Fuhr, en 1872, en Punta Barracas, sector costanera norte de la ciudad, fue el primer fabricante del país de “Tierra romana” o cemento.
El francés jorge Dejan, en 1883, funda la fábrica de ladrillos y cerámica a vapor, “La Etrusca”. Juan Monci, de profesión escultor, tenía en 1860 un taller de mármol dedicado a esculpir imágenes religiosas. A partir de 1910 Salvador Buxadera en Mitre 1169, comienza a fabricar Vitreaux, Antonio Berni fue aprendiz de ese taller, los modelos coloreados para los vitrales, eran diseñados por artista y profesor Eugenio Fornells; para citar algunas de sus obras el Hall del “Hotel Italia”, “Hall de la Bolsa de Comercio”. En 1910 comienza en nuestra ciudad la fabricación de azulejos ornamentados de estilo Art-Nouveau y lisos Luis Levoni, poseedor de una empresa de relieve ornamental y pintura mural junto a Vimercatti, en 1890 modeló la figura femenina con la balanza que representa la justicia del Palacio de Justicia (ex tribunales en Moreno y Córdoba), asociado posteriormente al escultor Domingo Fontana.
La misma empresa realizó las decoraciones del teatro “Colón”, del Club Social” y los ornamentos del hall del “Hotel Italia”; en 1902 el foyer y la boca de escena del teatro “El Círculo”, para decorar la pintura de la cúpula se sumó Giuseppe Carmignani, Luis Regazzini, y Salvador Zaino.

Julián Centeya El Hombre Gris de Buenos Aires


MI VIEJO
Mi viejo
Quisiera amasijarme en la infinita
ternura de mi barrio de purrete
con un cielo cachuzo de bolita
y el milagro coleao del barrilete
Verlo a mi viejo
un tano laburante que la cinchó parejo, limpio y largo
y minga como yo,
un atorrante
que la va de "sover”
y se hace el raro.
Vino en "Conte Rosso”
fue un espiro
tres hijos, la mujer, a más un perro
como un tungo tenáz cinchó de tiro
todo se lo aguantó: hasta el destierro
y aquí palmó
aquí yace adormecido
mi viejo, el pobre tano laburante
se las tomó una noche de descuido
y nos dejó un recuerdo lacerante
Qué mundo habrá encontrado en su apoliyo
si es que hay un mundo pa los que se piantan
quizás el cuore cuyo se hizo grillo
y su mano cordial es una planta.

Julián Centeya